“Aunque el ciudadano individual cree que dirige las
decisiones de su país, sólo lo hace en grado poco mayor
de aquel en el que el accionista corriente interviene en el
control de su compañía. Entre el acto de votar y las grandes
decisiones políticas hay una conexión misteriosa”
(Erich Fromm, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea)
Como han puesto de relieve muchos analistas políticos, la corrupción política atraviesa los sistemas políticos y económicos y podemos considerarla inherente a todos ellos, desde el feudalismo al capitalismo, pasando por el comunismo o el socialismo. Afecta al mismo tiempo a todas las clases sociales, a todas las organizaciones, a situaciones de guerra y de paz, a todos los grupos. Su presencia es consustancial a todas las sociedades y momentos históricos.
Al mismo tiempo, se lleva percibiendo desde al menos la segunda mitad del siglo XX que en las democracias más asentadas, también después en España y otros países tras la tercera oleada democratizadora, se daba, por así decirlo, menos democracia de lo que se esperaba y que la apatía política se extendía a amplios sectores de la población. Hoy día a nadie escapa que existen evidentes actitudes y orientaciones que implican alejamiento o desapego, descontento o malestar de la ciudadanía en relación al sistema político, en relación a lo que se ha venido en denominar “calidad de la democracia”.
Para Montero y Torcal hablar de desafección política supone esablecer un continuum que iría desde un extremo de ciudadanos magníficamente afectos hasta el polo contrario de individuos claramente hostiles al sistema. En el amplio segmento intermedio de esta gradación nos encontraríamos con múltiples actitudes como “el desinterés, la ineficacia, la disconformidad, el cinismo, la desconfianza, el distanciamiento, la separación, el alejamiento, la impotencia, la frustración, el rechazo, la hostilidad y la alineación” . Se encargan los autores de diferenciar desafección de insatisfacción con la democracia o descontento. Éste último dirán “puede considerarse como el resultado de la divergencia entre los valores generalmente positivos hacia el sistema político y las percepciones negativas que suscita su funcionamiento real”, pero sin establecer ningún otro añdido. En las siguientes líneas vamos a […] Por Rafael Vázquez García