Son muchas las películas que han cantado y contado las heroicidades de la resistencia francesa, ante la invasión nazi, la toma de Francia llevada a cabo por la Alemania del elegido democráticamente führer (Adolf Hitler). Ese aluvión de películas ha solapado un episodio negro, de los que más, en la reciente historia gala: La Redada del Velódromo de Invierno (4 de la mañana del 16 de julio de 1942, hasta el 18 del mismo mes y año), en la que fueron detenidas más de trece mil personas (4000 niños, 6000 mujeres, 3000 hombres), fichadas desde 1940, cuyo delito consistió en profesar la religión judía. Tras trasladar a los solteros a los campos de Drancy, Beaune-la-Rolande y Pithiviers, y a familias enteras al Vel d’Hiv, a todos se les envió, finalmente, a Auschwitz y otros campos de concentración nazis.
Por primera vez se incluyeron a menores de 16 años, al objeto de burlar el problema de los huérfanos, cuando los alemanes habían exigido un cupo total de 22000 judíos, excluyendo a niños y mujeres embarazadas.
El apresamiento fue llevado a cabo dentro del marco de la operación “Viento primaveral”, con cobertura en varios países europeos. En París, se contó con la inestimable ayuda de nueve mil gendarmes y policías, bajo las órdenes del director de éstos (M. Hennequin), como superior directo, movilizados por el colaboracionista Régimen de Vichy, comandado, a su vez, por el mariscal Pétain.
42000 judíos franceses fueron enviados a Auschwitz y otros macabros recintos en 1942, de los cuales sólo 811 regresarían al término de la guerra. El Vélodrome d’Hiver fue derribado en 1952. Como único y pobre testimonio, quedó una placa conmemorativa.
Jacques Chirac, ya como Presidente de la República, en el año 1995, reconoció en un discurso que los franceses secundaron sin ambages ‘la locura criminal del ocupante’ (SIC). No fue hasta los ochenta del siglo pasado, que se recogió en los libros de texto galos el execrable episodio de La Rafle du Vélodrome d’Hiver.
Y no ha sido, sino, con “La llave de Sarah”, que se ha dado a conocer al gran público esta traumática parte de la historia francesa; aunque antes se estrenó “La redada (La rafle)”, de Roselyne Bosch, con menor difusión, ergo, injustamente, con menor éxito. La primera, realizada por Gilles Paquet-Brenner, debe verse, dado que, aun centrándose en el caso de Sarah, describe afinadamente lo vivido durante 5 días infernales en el Vel d´Hiv, amén de posteriores acontecimientos dados durante su traumatizada existencia, mediante escenas retrospectivas perfectamente diseñadas, y estratégicamente diseminadas a lo largo del film. Con éstas se nos cuenta una historia que discurre paralela a otra, la actual, la de Julia, más insustancial, aparentemente, pero digna de ser vista y estudiada sin perderse ni jota, puesto que hace hincapié en lo que fue el comportamiento de una familia no judía (centrándose en sus últimos descendientes), que ocupa la vivienda de Sarah, de sus padres y de su hermano menor. En la parte final, es donde más minutos sobran, pues se enreda la trama, planteando una situación más folletinesca que rigurosa. Lo que, junto a otras concesiones de cara a la galería, no debe obstar el visionado de esta película, basada en una novela (personajes ficticios) de la, hasta no hace mucho, desconocida Tatiana de Rosnay, quien dice en su libro: ‘Entre más leía más me horrorizaba con lo que descubría, escandalizada por el rol de la policía francesa, pidieron apresar a niños, y que eso había sido un extra de los franceses.’
La segunda, “La redada (La rafle)”, también hay que verla. Inexcusable e irremisiblemente. Ambas, por una mera cuestión de salud social, ética y moral. Aunque sea.
Antonio Pozo Torrecilla