Anna Bogaz Cerezuelo | Stan O’Neal era director ejecutivo de Merrill Lynch, una multinacional con pérdidas superiores a los 10.000 millones de dólares durante su mandato. El señor O’Neal recibió en su, despedida empresarial 161 millones de dólares.
Hank MacKinnell era presidente de Pfizer. La gran corporación perdió duran te su mandato 137.000 millones de dólares en valor de mercado. Mister MacKinnell se llevó, tras su renuncia, algo más de 200 millones de dólares.
El superpatrón de Carrefour Daniel Bernard, se negó a aumentar el salario a sus trabajadores y puso en la calle, orgulloso y satisfecho de haberse conocido, a más de 1.000. Cuando dejó la empresa, después de haber acumulado en su provecho 171 millones de euros, Monsieur Bernard obtuvo 38 millones de euros más. Le llaman “prima de salida”.
♦ La financiera Donegal International compró por menos de cuatro millones de dólares a Rumanía una deuda de Zambia de 11,4 millones de euros que la Alta Corte de Londres había convertido en ejecutiva. Después de ello, Donegal International exigió al país africano 55 millones de dólares, 14 veces más de lo que le había costado “la compra”. Un buen negocio.
♦ El Valle de Los Caídos, el Valle de Cuelgamuros, no es en absoluto, ha afirmado en ABC el abad benedictino Anselmo Álvarez Osb, el monumento a una victoria militar fascista, aunque, recuerda también el señor abad, la derrota republicana está en su origen. Lo esencial, señala, es “la memoria de la convulsión sufrida en la convivencia nacional”.
¿Será eso? Según el decreto fundacional del Valle de 1 de abril de 1940, el monumento y la basílica se construyeron para “perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada […] La dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la Victoria encierra y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya, no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades los hechos salientes de nuestra historia y los episodios gloriosos de sus hijos”.
♦ Xavier Darcos es el ministro francés de Empleo. Recibió en septiembre de 2009 en su Ministerio al presidente de France Télécom, Didier Lombard. Monsieur Darcos pidió al Presidente de FT que la empresa tenga en cuenta “la situación personal” de sus asalariados en la organización del trabajo. En los últimos 18 meses se han suicidado más de 18 trabajadores de la empresa. Sus muertes se han relacionado con la situación creada en el empleo por la crisis económica. Hace falta una nueva gestión de los recursos humanos, ha dicho el señor Ministro. Una gestión “apropiada, que ofrezca a los asalariados una visibilidad sobre su evolución profesional”.
El presidente de France Telecom respondió que lo más urgente era “controlar el fenómeno del contagio” de los suicidios. Ha anunciado, en tono enérgico, feliz de haber conocido finalmente su alma, la creación de un servicio de atención telefónica. Serán psicólogos exteriores a la compañía. Lombard demostró todo el cinismo de la dirección cuan do señaló que querían poner fin “a la moda de los suicidios”. Se disculpó más tarde diciendo que se había traducido mal en francés la palabra “moda”: lo que él quería era emplear el término inglés “mood”, “estado de ánimo”.
Para romper con “el movimiento de espiral infernal” de los suicidios, el presidente en jefe de France Telecom mandó suspender provisionalmente, hasta el 31 de octubre de este mismo año, todos los cambios de puesto de trabajo de sus trabajadores. Esos cambios, se cree, han sido desencadenantes en la decisión de algunos empleados de la compañía de quitarse la vida.
Uno de los últimos empleados de FT que se quitó la vida, la vigésimotercera víctima, fue una mujer de 32 años. Stéphanie se lanzó al vacío desde la ventana de su despacho en París. Trabajaba en el cuarto piso. Llevaba diez años en FT y se ocupaba del cobro de deudas de empresas de Orange, la marca comercial del grupo. Se le había comunicado pocos días antes que tenía de cambiar de puesto de trabajo. Antes de suicidarse le escribió a su padre un correo: “Por su puesto, mi jefe no sabe nada, pero seré la empleada número 23 que se suicida. No acepto la nueva reorganización del servicio. Van a cambiar a mi jefe y para tener al que van a poner, prefiero morirme”. Sus com pañeros asistieron atónitos a la agonía de Stéphanie en la vereda de la calle.
Una semana antes, en la localidad de Troyes, luego de enterarse de que iba a ser trasladado de servicio, otro trabajador de France Télécom se abrió el vientre con un cuchillo. Un lunes de septiembre, una empleada del servicio de atención al cliente, intentó suicidarse con pastillas. Se enteró de que la iban a cambiar de puesto de trabajo. Otro empleado de una agencia de la empresa se tiró de un viaducto en Alby-sur-Chéran, Alta Saboya. Tenía 51 años, estaba casado, con dos hijos. En su coche, hallado en las inmediaciones del suceso, dejó una carta a su mujer en la que explicaba las razones de su gesto trágico, denunciando el “clima dentro de la empresa”. Es el vigésimocuarto suicidio en France Telecom en año y medio.
Los suicidios en esta antigua empresa pública superan en cinco veces el promedio nacional. Dominique Decèze, periodista especializado en las relaciones sociales y en la salud en la esfera del trabajo, ha escrito un libro titulado: France Télécom, la máquina de triturar. No es necesario indicar quiénes son los triturados.
♦ Más de 1,6 millones de personas de 35 países de América Latina, el Caribe, África y Asia ya se han beneficiado del programa “Operación milagro” de los médicos cubanos. En marcha desde 2004, su finalidad es llegar a intervenir de cataratas, glaucomas y pterigium, entre otras dolencias, a seis millones de pacientes (unas cinco veces la población de Aragón) de bajos recursos económicos hasta el año 2016. El gobierno boliviano ha calculado que, con este programa, su país se ha ahorrado unos 500 dólares por intervención, más de 210 millones de dólares en conjunto.
El Viejo Topo / 262 noviembre 2009 / 7