Son cuatro los cursos transcurridos desde la puesta en marcha de la Adecuación al Espacio Europeo de Educación Superior en las universidades españolas —AEEES, Plan Bolonia, en román paladino—. Desde estamentos oficiales, los balances han brillado por su ausencia; éstos son absolutamente precisos, dado que dicha adecuación está siendo un sancocho incomestible.
Cabe señalar que las propuestas lanzadas desde la ciudad italiana en el año 1988 son eso, propuestas, directrices, no normas; éstas son de obligado cumplimiento, bajo mandato de la autoridad pertinente; aquéllas son sugerencias emitidas a partir, supuestamente, del rigor de concienzudos análisis de expertos. En Iberia, las pautas marcadas por la AEEES se tomaron como palabra de Dios, sin embargo, desde su misma génesis. Esta actitud no se ha visto correspondida por muchos de los Estados pertenecientes a la Unión Europea. Luego el libre tránsito de discentes por esta amplísima zona continental jamás podrá hacerse efectivo. Primer gran fracaso de la contrarreforma del sistema educativo universitario.
El día a día en las aulas, esencialmente, no ha cambiado. Las clases especialmente participativas no son tales, la docencia es presencial al 100%, con los mismos viejos métodos —lección magistral—. Se lleva a cabo una evaluación continua a discreción, según el parecer de cada docente, con ponderaciones diversas; esto lleva consigo un aumento en la carga de trabajo, ya que al requerido con los planes antiguos se le añade el exigido con los nuevos. El examen final supone el 50% de la nota final, siendo el 50 restante la media de las prácticas, y los trabajos de la evaluación continua. Ésta no posibilitará jamás que apruebes —se requiere un 5 para aprobar el examen—, pero sí que suspendas. Ergo no se valora preminentemente el esfuerzo realizado con los trabajos, prácticas, asistencia a jornadas/conferencias/congresos, ni el uso de espacios bibliotecarios o de investigación. Se comenzó valorando la asistencia a la docencia. En la inmensa mayoría de las asignaturas, se ha dejado de ponderar. No en todas, que sería lo coherente. Segundo, tercero, y cuarto gran fracaso.
Contrariamente a lo expresado hasta la náusea, la oferta de posgrado no sólo no se ha visto incrementada, sino que, además, ha disminuido sustancialmente. No así sus precios. Las tasas universitarias han terminado por expulsar de sus estudios a miles de estudiantes, a los que se les ha rebajado el importe de las becas concedidas, así como el número de éstas, pasándose de exigir un 5 de media mínima en el curso anterior, a un 5’5. Todo esto se apuntaba en la contrarreforma; el problemón era quién, y cuándo ponía el cascabel al gato. Para wertgüenza y escarnio del actual (des)Gobierno, un sociópata ya se ha encargado de resolver la dificultad, al dictado de su indolente jefe. Quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno, décimo, undécimo, y duodécimo fracaso. Todos recogidos en tres escuetos párrafos.
Dentro de uno de los anteriores, va y resulta que, ¡sorpresivamente!, se encuentra la deserción obligada de un número importante de alumnos mayores de 30 años, más de la mitad de la disminución total de alumnos (Universitat de València)* . ¿Las causas de este nuevo escenario?… Pues sí, Bolonia y la estafa/crisis pueden, perfectamente, estar detrás de esta desgraciada anomalía. Trigesimodécimo fracaso.
13 fracasos en 4 párrafos, 478 palabras, y 2994 caracteres. En la CRUE se les hacía la boca agua y el culo limón pensando en las bondades de la AEEES, esparcidas en cientos de páginas.
Bolonia les ha reventado en la cara. Las consecuencias para con el estudiantado es uno de los subconjuntos de todos aquellos que, indeclinablemente, llevan al aniquilamiento de la universidad pública.