Tras cientos de miles de desahucios desde el comienzo de la estafa/crisis, con tres suicidios consumados, más uno en grado de tentativa, comienzan las reacciones. La Universitat de València, desde su Vicerrectorat de Cultura, ha movido ficha, y ha mostrado su tardía manera de comportarse ante vaya usted a saber qué crípticos estímulos.
Jamás, desde el comienzo de nuestra seudodemocracia, se han conculcado tantos derechos como se están quebrantando en nuestro país, al socaire de un constante perjuicio patrimonial mediante engaño, abuso de confianza o uso de cargos, y con ánimo de lucro hacia la ciudadanía, desde sectores tan concretos y determinados como la banca, las constructoras –grandes y pequeñas-, y la Administración Pública. Este fraude –¿de Ley?- global, dicen, nos obliga, sí o sí, a retrotraernos en el tiempo algunos observan que décadas –andarán faltos de elementos de juicio e incluso del propio juicio-; la realidad, sin embargo, nos hace darnos de bruces con ella misma, indicándonos, inequívocamente, la posibilidad de extender el retroceso a varios cientos de años. ¿Desde cuándo existe la lucha de clases?
Una de las más terribles secuelas que está dejando la estafa planetaria en España es el desalojo “legal” de cientos de miles de personas de sus viviendas. La UVEG, regida por una persona que declaró, sin ambages, que la universidad no está para crear conflictos –toda una declaración implícita de principios rectores-, en un alarde de perspicacia y oportunidad, organizó el pasado martes, 27 de noviembre, el debate “Hipoteques i desdonaments, problemes i solucions” (Hipotecas y desahucios, problemas y soluciones), con la participación del profesor de Contabilidad y Finanzas en la Universidad Jaime I Manuel Illueca, el portavoz de Jueces para la Democracia Joaquim Bosch, y el Juez Decano de Valencia Pedro Viguer. El evento, incluido en las actividades de Claustre Obert, iniciativa patrocinada por el diario El País -en pleno ERE, por una año de pérdidas, tras treinta de existencia- prometía.
El comienzo fue devastador, con un Profesor Illueca impartiendo una lección magistral(?), aprovechando su participación en la conferencia; previa queja en el sentido de que no existían datos oficiales, propuso un cálculo tal que, entre coordenadas, abscisas, ejes y picos estadísticos, nos dejó perlas tales como que los hipotecados lo son llevados a ello por un comportamiento, en su momento, gregario masivo –si mis vecinos se compran un piso, yo no voy a ser menos-, obviando el hecho de que los bancos –generadores de la estafa planetaria- han sido, son y seguirán siendo más gregarios aún en sus tratos fraudulentos con los clientes; señaló algunas de sus presuntamente delictivas actuaciones –gregarias de libro-, pero, lejos de reconocerles su gregarismo repleto de idiocia, abogó por no dejar caer a ninguno, dado que son los que disponen de nuestros ahorros –en Islandia, como señaló el Juez Bosch, se garantizaron por parte del Estado los depósitos bancarios; las entidades de ahorro quebraron, e Inglaterra, en su casposo e histórico autismo, aún sigue esperando el pago de las deudas-. Tras un primer periodo en la estafa caracterizado por la falta de liquidez, ésta se vio solventada con el aval del Estado, lo que, según el docente, lleva a desaconsejar por completo la desinencia institucional, propiciatoria de quiebras a punta de pala, y del propio Estado, faltaría más. No se preguntó por qué aquí no se garantizaron los depósitos, en detrimento de todo lo demás, activos tóxicos incluidos, que ahora la ciudadanía –con desahuciados en el grupo de privilegio- va a tener que tragarse con patatas, a través del “banco malo” (SAREB). Evidentemente, la dación ni plantearla, no vayamos a provocarles diarreas a los ejecutivos y accionistas bancarios.
Si nos descuidamos, nos lleva a la conclusión de que dada la inexistencia de literatura al respecto, el asuntillo de los desahucios es una pura invención de los media.
Y sus alumnos tomando apuntes.
El Juez Decano de Valencia dejó muy claro que fue uno de los participantes en la elaboración del informe en el que la judicatura aconseja un cambio legislativo, amén de mostrarse entusiasmado por un interesantísimo debate planteado entre los jueces –que forman parte del stablishment, no obviemos esta circunstancia-, a propósito de la delirante y kafkiana pandemia de embargos de viviendas. ¿Nace dicho informe informe, valga la redundancia, tras apreciar, no sin temor, que hasta ellos mismos pueden ser despedidos en un futuro con la próxima reforma de la Ley de la Función Pública? ¿Es un golpe de mesa? Tuvo la decencia, eso sí, de mencionar, verbigracia, al titular del juzgado de Primera Instancia número 1 de Catarroja, quien paralizó un procedimiento hipotecario, consultando al Tribunal de la Unión Europea sobre una cláusula incorporada al contrato bancario que podría ser abusiva. La archiconocida Cláusula Suelo. Ésta obliga a seguir pagando un interés aunque el tipo baje. Denunció, el Magistrado Viguer, lo anacrónico de una legislación hipotecaria centenaria, refundida en el 2000. Yyy… poco o nada más. Autobombo, y lavada de imagen de un Poder Judicial constituido en parte activa, activísima, del tinglado desahuciohipotecario, con honrosísimas excepciones en su seno, dadas en Navarra y Valencia. Rebeldes no ya con causa, sino con cientos o miles de ellas revolviéndoles los estómagos. Veremos hasta dónde llegan los díscolos. En la medida en que sean más o menos, sus deontológicos y paradigmáticos procederes arribarán a buenos puertos o no.
Con el Señor Bosch, se incidió en lo que debía ser el núcleo del problemón, auspiciado por los propios ciudadanos, con nuestros inopinados votos, dotando de legitimidad la actuación de una clase política totalmente desnortada, atornillada a sus poltronas con hondonadas y orejas: la dignidad del ser humano, la dignidad de la persona. Entorno a ésta, discurrió su discurso, humanista en grado sumo. Lo mejor de la tarde noche, sin duda, salió de su boca. En contraposición, el Señor Illueca llegó a decir que ¡los alquileres de vivienda están a un precio razonable! Será por ello que todo hijo de vecino haya aspirado idefectible y secularmente a la adquisición de una vivienda.
Con una judicatura tomada por la dependencia absoluta de los poderes Ejecutivo y Legislativo, con las servidumbres que ello conlleva, amén de por nauseabundas reminiscencias franquistas –criminalización y persecución del Magistrado Baltasar Garzón-, desgraciadamente no podemos ser tan optimistas como se declaró el Juez Decano de Valencia. Antes bien al contrario.
Concluyó el acto con unas emotivísimas palabras del Profesor Illueca, haciéndose eco de la desaparición, ese mismo día, de una entidad que tanto había contribuido al desarrollo de la sociedad y la economía valenciana: Caja de Ahorros de Alicante Castellón y Valencia (BANCAJA). De puta pena, de verdad. Y perdóneseme, es lo que ruego, la osadía de hablar en román paladino. Lo último que recuerdo de la susodicha es que sus directivos están declarando como imputados por la comisión de diversos presuntos delitos en la gestión en una causa abierta contra ellos y los de CAJAMADRID, junto a los de las otras tres cajas que participaron en la creación de ese monstruo llamado BANKIA. O que ha estado financiando a un insolvente Valencia C.F. O la construcción de la privatizada, por insostenible, Terra Mítica. Esos euracos perdidos no los vamos a recuperar jamás, por muy bien que pudieran venirnos ahora mismo –pregunten ustedes a los padres de los alumnos del Colegio 103 de Valencia-. Debemos darlos por perdidos.
Moraleja, con la carga ideológica que nos llegan los recortes en derechos, prestaciones y servicios, en pos del déficit soñado –no se lleva a cabo nada que no esté recogido en el infausto Tratado de Maastricht, del que surgió el engendro de Constitución al que votamos mayoritaria e inconscientemente a favor los españoles- no le quepa la menor duda a nadie de que los desahucios no sólo no se van a parar, demorar o suspender, sino que se van a seguir produciendo incluso con mayor virulencia. Sólo un movimiento social necesariamente contundente frenaría la lacra. Éste ni está ni se le espera
Muchos de los componentes, por otro lado, de las miles de familias desahuciadas, entre otros, formarán parte del conjunto de alumnos que no podrán hacer frente al pago de los recibos aplazados de las matrículas en la la Universitat de València.
Dicho sea todo sin ánimo de crear conflicto.