En primer lugar el gobierno se hallaba inmerso en una crisis considerable, con distintas familias políticas luchando por el poder dentro de un partido que coyunturalmente estuvo unido durante la transición, pero cuya naturaleza heterogénea – y muchas veces improvisada – le impedía ofrecer una imagen de verdadera cohesión. Cuando el fulgor de Suárez comenzó a apagarse, cada barón de la UCD comenzó a hacer “la guerra por su cuenta”: si el gran partido de centro-derecha había nacido con el objetivo principal de conquistar el poder al calor del flamante presidente Suárez, ahora que su estrella declinaba emergía un proceso centrífugo que parecía imparable.
Un gobierno dividido no es precisamente el mejor remedio para enfrentar las dura situación económica que empezaba a experimentar España. Los felices sesenta habían pasado y la factura del petróleo – creciente desde 1973 – empezaba a causar estragos en la economía española. Los pactos de la Moncloa no lograron detener la sangría de empleos y capitales que empezaba a sufrir la estructura económica del país. Debido a la inseguridad material, creciente a lo largo de toda la Transición, cundió en los españoles el famoso “desencanto” con la democracia. Es cierto que se podía elegir a diversos representantes políticos, es cierto que se podía opinar libremente, comulgar con el discurso socialista, comunista o liberal, y sin embargo, justo cuando las libertades políticas que tanto costó conseguir se hacían realidad, la estabilidad económica comenzó a diluirse. Habían pasado los felices sesenta, ahora teníamos unos setenta abiertos a la Democracia, pero acompañados de una inestabilidad económica galopante.
Sin embargo, pese al gran proyecto político que supuso la democratización del régimen franquista, el nuevo sistema de libertades ni siquiera estaba consolidado realmente. No sólo porque el gobierno que en aquél momento lo regía se hallara en una seria crisis interna, sino también, y sobre todo, porque dos posturas extremistas amenazaban con romper el frágil equilibrio conseguido.[…] Por Alfonso Pinilla García (Universidad de Extremadura, Spain. E-mail: apinilla@unex.es)