En esta investigación, examinamos algunas de las características de la retórica belicista que desplegó el presidente del gobierno español José María Aznar en el Parlamento para apoyar la acción militar desarrollada en 2003 por los Estados Unidos y por sus aliados en contra de Saddam Hussein. Curiosamente, Aznar desafió en sus discursos en las Cortes el criterio de una sólida mayoría de la opinión pública española (más del 90%) que se mostraba claramente en contra de una intervención en Irak sin el apoyo de la ONU; entre los detractores de esta guerra incluso se encontraban miembros de su propio partido. Ignoró por completo las impresionantes demostraciones ciudadanas en contra de la guerra, probablemente de las más numerosas habidas jamás en España, con un millón de personas sólo en Barcelona, así como las propuestas emanadas del resto de partidos políticos, entre los que, por cierto, estaban también sus circunstanciales socios. Por si fuera poco, tampoco dudó en arriesgar el apoyo electoral en las entonces próximas elecciones municipales de mayo de 2003. Si bien, a título personal, José María Aznar no se iba a sentir concernido en tanto que había renunciado a postularse de nuevo como candidato a las elecciones generales de 2004, no dejaba de sorprender que procediese a una especie de suicidio político del PP sólo por seguir a rajatabla las propuestas y las acciones del presidente George Bush. ¿Lo hizo únicamente porque compartía la ideología conservadora de la administración norteamericana?, ¿porque compartía una sincera sincera y genuina preocupación sobre las armas de destrucción masiva que, supuestamente, tenía Saddam Hussein?, ¿o, en última instancia, porque tal vez esperaba recibir el apoyo de Bush en la lucha contra la organización terrorista ETA?
En este artículo no especularemos sobre los motivos por los cuales Aznar se decidió a apoyar la guerra contra Irak, sino que, más bien, nos detendremos en algunas de las manifestaciones de esas razones mediante […] Por TEUN A. VAN DIJK. Universidad Pompeu Fabra)