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9 juliol 2011

A propósito de Rupert Murdoch: “Poder y Manipulación Informativa. Una aproximación desde el pensamiento crítico”

Filed under: General — anpoto @ 13:51 pm

Introducción
A mitad de los años setenta, Herbert Schiller escribía The Mind Managers
1, una obra que se adelantaba a su tiempo al analizar los mecanismos utilizados por los medios de comunicación para manipular a la opinión pública. El análisis del escritor estadounidense no puede estar más de actualidad. Treinta años después, los procesos de concentración y transnacionalización han convertido a la comunicación y la información en negocios seguros, por sus beneficios y por su capacidad de influir sobre la población mundial.

 

Una sociedad globalizada en términos económicos, es una sociedad uniformada en términos culturales e informativos. No es nuevo esto quedecimos. De hecho, cuando en los ochenta se produzca el intento de establecer un Nuevo Orden Económico Internacional, vendrá ineludiblemente asociado a la creación también de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Se ponía así de manifiesto que la hegemonía de una elite de naciones sobre el resto no era sólo una cuestión económica, sino que estaba produciendo al mismo tiempo desigualdades en el acceso y distribución de contenidos.

Desde entonces, estas condiciones no han mejorado, sino que se han agudizado con la complacencia de un sistema que se autolegitima a través de los medios de comunicación. No es el único mecanismo utilizado. En realidad, las propias reglas de la dinámica capitalista ayudan a que los medios sean, en ocasiones, el refugio en el que descansar. En otras, facilitan la comprensión de un solo modo de ver el mundo, el único posible, que convierte en extraño al pensamiento alternativo. En ambos casos, la definición de los mensajes se encuentra perfectamente estructurada para plantear pocas dudas al sistema, fomentar su supervivencia a través del consumo y relajar las mentes sobre el cómodo diván del entretenimiento. 

En esta tarea, resulta especialmente interesante el análisis de la capa superficial de los contenidos, empeñados en demostrar valores como libertad, pluralismo e independencia. Ya hemos advertido en otros estudios que los propios medios alaban las bondades del sistema. Hablan así de la prensa como el cuarto poder, rechazan que exista cualquier posibilidad de censura en las democracias actuales y venden el espejismo de unas sociedades en libertad. 

Analizando esto que decimos en el caso de Estados Unidos, Schiller advertía en la citada obra sobre la existencia de hasta cinco mitos en la estructura de los contenidos. Aunque coincidimos con el autor norteamericano, echamos en falta en su análisis el establecimiento de relaciones entre dichos mitos, cuya última intención se entiende sólo a partir de su interdependencia. 

Una reinterpretación de los mitos de Schiller
Schiller comienza haciendo referencia a la exaltación del individualismo, bajo cuyos preceptos se fomenta la propiedad privada como culminación del bienestar humano. Ello, sin embargo, requerirá de un contexto adecuado, imperturbable, que permita asumir esta realidad sin que aparezcan dudas. Es así como aparece el segundo mito, la neutralidad, a la que nos hemos referido más arriba cuando hablábamos de la apariencia de un sistema ideal que niega la manipulación como forma de control social. Es decir, el individuo puede vivir tranquilo acumulando bienes como el resto de sus semejantes y con la seguridad de estar protegido por un modelo de estado neutral en todas sus ramificaciones. Precisamente, en este contexto cobra sentido otro de los mitos, el del pluralismo de los medios, garantes de la conformación de una opinión pública bien formada. La creencia de que la cantidad de canales y la abundancia de información aseguran la diversidad y el pensamiento alternativo se configura como uno de los ejes más determinantes de la manipulación. Los ciudadanos confían en los medios, a los que tradicional y teóricamente, se les han otorgado los valores sobre los que se asientan las democracias actuales. La discrepancia otorga además el valor definitivo de pluralidad, aunque se trate sólo del disfraz de un verdadero elemento herético. Si este último apareciera, el sistema realmente terminaría por expulsarlo o engullirlo.
 

A estos mitos se le unen dos más, opuestos y complementarios a la vez: el que se refiere a la ausencia de análisis sobre los conflictos sociales y el que apela a las emociones humanas que justifican la demanda de un tipo concreto de mensajes. De esta forma, se evitará poner el acento en profundizar sobre las desigualdades existentes. A cambio, se procederá a sustituir estos contenidos por caudales informativos banales que, al fin y al cabo responden a las exigencias y peticiones del público. 

La interrelación de estos mecanismos en la estructura del mensaje asegura el orden y la incapacidad de reacción. Es el triunfo del sistema sobre el individuo, relegado a su papel de productor y consumidor de bienes, plegado a los intereses del deber y tener antes que a los del querer y ser. Sobre esta cuestión ha escrito Armand Mattelart: 

En nombre de los imperativos categóricos del planeta tecno-financiero, arquetipo de las redes emancipadas de las fronteras históricas y de las culturas diferentes, la utopía neoliberal le ha fijado al devenir del globo un horizonte insuperable, de que ha sido proscrito el ideal de igualdad y justicia, donde la matriz utopiaza se ha inspirado durante mucho tiempo. Nada de grandes tema, grandes conflictos, sino soluciones técnicas, una ‘gestión gerencial desembarazada de preocupaciones de hegemonía política’, según el vocabulario puesto en circulación por las grandes agencias mundiales de intermediarios. Nada de grandes relatos de liberación, sino fragmentos tecnoutópicos de mirada miope. Con la desaparición de la guerra fría y del equilibrio del terror, las sociedades humanas habrían alcanzado el `punto final de la evolución ideológica del hombre’. Por consiguiente, ninguna necesidad para los ciudadanos ascendidos a consumidores/públicos soberanos de resistir al orden establecido, sino la obligación neodarwiniana de adaptarse al nuevo entorno competencial del librecambismo mundial. No ya sólo la survival of the fittest, la supervivencia de los más aptos, sino lasurvival of the fastest, la de los más veloces. (…) Sólo está legitimada la ‘república mercantil universal’ en su versión remozada: la global democratic marketplace2. 
 

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