BIBLIOTágora el blog de Biblioteconomía y Documentación, en el que no se habla de Biblioteconomía y Documentación… sólo: "El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda"

23 febrer 2011

Los nuevos grados perderán su carácter oficial si a los seis años no resultan eficaces {“…supondría un problema añadido a las universidades y sus profesores pero, sobre todo, a los alumnos y graduados de esas carreras que se encontrarían con una titulación inservible.”}

Filed under: Universidad — anpoto @ 1:58 am

 

 

 

MAITE DUCAJÚ ~ Valencia | Los nuevos grados y másteres universitarios que han implantado en la Comunitat Valenciana las nueve universidades públicas y privadas tendrán un seguimiento oficial sobre el cumplimiento de una serie de criterios -desde profesores doctores a alumnos- que determinarán a los seis años de su implantación su validez definitiva o no.

En caso de que una titulación no sea acreditada “no se anularía pero no tendría una valoración de carácter oficial. Esperemos que eso no pase porque vamos a hacer un seguimiento desde un punto de vista positivo, con informes cada dos años” aseguró ayer el director general de la Agència Valenciana d’Avaluació i Prospectiva (AVAP), Juan Manuel Badenas, en un receso de la reunión que mantuvo con los rectores de todas las universidades valenciana, excepto el de Alicante y la Europea para presentar el protocolo de actuación.

La situación contraria supondría un problema añadido a las universidades y sus profesores pero, sobre todo, a los alumnos y graduados de esas carreras que se encontrarían con una titulación inservible.

De hecho, el protocolo que pretende “aumentar la visibilidad y credibilidad del sistema universitario valenciano mediante una mayor transparencia” más parece el cumplimiento de un trámite que viene desde el Estado sin profundizar, lo que supondría volver a perder una oportunidad, dada la poca concreción de los criterios.

Entre los indicadores que se tendrán en cuenta figuran las tasas de matriculación y abandono, la oferta y la demanda y la cantidad de profesores doctores, que debe tender a superar el 30 por ciento.

En la resolución de la AVAP los criterios son muy ambiguos; se puede leer, por ejemplo: “tasa de rendimiento del título. Relación porcentual entre el número de créditos ordinarios superados en un título determinado de la universidad y el número total de créditos ordinarios matriculado en el mismo título” sin especificar ese porcentaje.

Badenas recordó ayer que todos los grados y másteres implantados en la Comunitat han contado previamente con una autorización autonómica que, a su vez, ha tenido un informe positivo de la AVAP. Sobre si con estos criterios tendría sentido una titulación con, por ejemplo, sólo 30 alumnos, Badenas respondido que “¿por qué no? La tasa de matriculación no será un criterio exhaustivo sino que se valorará en conjunto con otros”. En la primera valoración de grados y másteres, de 67 títulos únicamente dos obtuvieron, en un principio, un informe negativo por tratarse de un centro de nueva implantación y carecer de las infraestructuras y profesorado adecuado.

Por parte de los rectores, el de la Universitat de València, Esteban Morcillo, destacó que “lo más importante es transmitir una imagen en positivo. Parece que cuando se habla de una agencia evaluadora se tiende a pensar en una censura pero, precisamente, lo que pretende la AVAP es la garantía de la calidad”, apuntó.

En opinión de Morcillo, el de la empleabilidad es “un indicador importante, aunque no puede ser el único. Hay títulos con gran demanda pero que, sin embargo, no tienen tantas salidas profesionales”.

21 febrer 2011

23-F: El golpe del CSID

Filed under: Política,Sociedad — anpoto @ 21:44 pm

 

 

A las 18.20 horas del 23 de febrero de 1981 me encontraba haciendo mi turno en los servicios informativos de Radio Intercontinental, calle Modesto Lafuente de Madrid. Oí en directo cómo diversas unidades de la Guardia Civil, al mando del teniente coronel Tejero, irrumpieron en el Congreso de los Diputados y paralizaron la votación de la que iba a salir elegido presidente del gobierno el candidato de la Unión de Centro Democrático, Leopoldo Calvo-Sotelo. Tengo bien grabados los acontecimientos que se sucedieron en aquella aciaga tarde noche y madrugada, hasta que al mediodía del martes 24 todo quedó resuelto al entregarse los asaltantes y ser liberados el gobierno y los diputados. Recuerdo bien mis idas y venidas desde el hotel Palace hasta el límite que permitían los miembros del Grupo de Acción Rural de la Guardia Civil, que Tejero había desplegado como escudo protector en el exterior de la plaza de las Cortes, con mis compañeros José Miguel Flores, Miguel Vila, Iñaki Tarazaga, Miguel Ángel Yáñez y una, por entonces y ahora, joven y guapa Ana Rosa Quintana, en sus inicios periodísticos, que con el tiempo está demostrando ser una excelente profesional rebosante de glamour televisivo.  

El 23-F es uno de esos días que se quedan grabados de por vida. Aunque uno no quiera. No exagero si afirmo que todos o casi todos los que vivieron aquellos sucesos saben dónde se encontraban o lo que estaban haciendo a la hora que sonaron los tiros en el Congreso. 

En la primavera de 1982 asistí a las sesiones de la vista oral que se desarrollaron en el Servicio Geográfico del Ejército, en Campamento, a la salida de Madrid en dirección a Extremadura. Ni el fallo del Consejo Supremo de Justicia Militar y, en segunda instancia, del Tribunal Supremo contribuyeron a despejar las enormes lagunas, dudas, silencios, ocultaciones, mentiras… que se instalaron en la mente de muchos. Muy al contrario. Una de aquellas mentes fue la mía. Siempre he tenido la sospecha de que el juicio de Campamento no pasó de arañar la cáscara o la superficie que ocultaba su verdadero trasfondo. Y después la convicción de que el golpe se cerró en falso. La jornada del 23-F, sus hechos precedentes y sus consecuencias posteriores se cimentaron sobre una enorme patraña. Por conveniencia política y por acomodo de la situación. Con el paso del tiempo han ido apareciendo datos nuevos, que han reforzado la tesis de que aquel golpe de Estado está pendiente de ajustarse con nuestra historia más reciente. Intentarlo es el objeto de esta obra, de la que aseguro, y bien que puedo hacerlo, se ha movido estrictamente por los contornos de la historia. Para nada ha pretendido jugar en la parcela viva de la política. Aunque uno no ignore que la historia es un fenomenal campo de batalla de las ideas y que muchos responsables políticos vivan y mueran obsesionados por conseguir que ésta se acople a sus intereses. Legítimos o no. Hoy, por fortuna, las instituciones y la sociedad española están firmemente asentadas. 

Éste es un libro de tres meses y medio intensos de redacción, de total aislamiento. Pero de veinte años de seguimiento, de recogida de datos desde hace más de diez, de investigación progresiva desde tres años atrás y de pleno empeño los últimos dieciocho meses. He tenido la oportunidad de recabar más de ciento cincuenta testimonios diferentes de personajes de relieve que tuvieron diversa incidencia en los acontecimientos a lo largo de este tiempo. Muchos de ellos puedo citarlos como fuentes, a otros, por el contrario, debo mantenerlos en la más estricta de las reservas. He trabajado con el sumario de la causa instruida por el general togado del cuerpo jurídico del Aire, José María García Escudero. Varios miles de folios, que tan decepcionantes resultan al negarse a investigar el hilo que conducía hacia la participación activa del Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid) en el golpe. Pese a contar en sus manos con un informe del mismo centro de inteligencia, el informe Jaúdenes, y la imputación de diversos agentes de la central, testigos de la implicación del Cesid. He refrescado la memoria con los cuatro tomos de las actas del juicio, he leído o revisado prácticamente toda la bibliografía publicada al respecto y cotejado y contrastado muchos elementos. Soy consciente de que esta obra aporta revelaciones inéditas de enorme importancia. 

El 23-F no fue ningún golpe chapuza o una operación alocada protagonizada por unos militares rancios anclados en el pasado franquista con añoranza de los pronunciamientos del siglo XIX. ¿Hay hoy quien se crea todavía que los dos militares más firmemente monárquicos del ejército español, el teniente general Jaime Milans del Bosch y el general de división Alfonso Armada Comyn, se iban a enredar y a lanzarse en una aventura golpista que nunca dejó de presentarse como absurda y descabellada?   

El 23-F fue un golpe de diseño, una operación de Estado Mayor del Cesid puesta en marcha por […]

Autor: Jesús Palacios 

(Acceso al texto completo)

17 febrer 2011

Las muchas caras del 23-F. Probabilidad, imprevisión y necesidad en la solución de una crisis

Filed under: Política — anpoto @ 22:38 pm
  

 

 A finales de 1980, el barco de la democracia española tenía abiertas numerosas vías de agua, todas ellas relacionadas entre sí. El naufragio no tenía por qué ser un destino necesario, aunque se trataba de un resultado posible habida cuenta de los profundos desajustes que afectaban al naciente régimen democrático. 

En primer lugar el gobierno se hallaba inmerso en una crisis considerable, con distintas familias políticas luchando por el poder dentro de un partido que coyunturalmente estuvo unido durante la transición, pero cuya naturaleza heterogénea – y muchas veces improvisada – le impedía ofrecer una imagen de verdadera cohesión. Cuando el fulgor de Suárez comenzó a apagarse, cada barón de la UCD comenzó a hacer “la guerra por su cuenta”: si el gran partido de centro-derecha había nacido con el objetivo principal de conquistar el poder al calor del flamante presidente Suárez, ahora que su estrella declinaba emergía un proceso centrífugo que parecía imparable.

Un gobierno dividido no es precisamente el mejor remedio para enfrentar las dura situación económica que empezaba a experimentar España. Los felices sesenta habían pasado y la factura del petróleo – creciente desde 1973 – empezaba a causar estragos en la economía española. Los pactos de la Moncloa no lograron detener la sangría de empleos y capitales que empezaba a sufrir la estructura económica del país. Debido a la inseguridad material, creciente a lo largo de toda la Transición, cundió en los españoles el famoso “desencanto” con la democracia. Es cierto que se podía elegir a diversos representantes políticos, es cierto que se podía opinar libremente, comulgar con el discurso socialista, comunista o liberal, y sin embargo, justo cuando las libertades políticas que tanto costó conseguir se hacían realidad, la estabilidad económica comenzó a diluirse. Habían pasado los felices sesenta, ahora teníamos unos setenta abiertos a la Democracia, pero acompañados de una inestabilidad económica galopante.

Sin embargo, pese al gran proyecto político que supuso la democratización del régimen franquista, el nuevo sistema de libertades ni siquiera estaba consolidado realmente. No sólo porque el gobierno que en aquél momento lo regía se hallara en una seria crisis interna, sino también, y sobre todo, porque dos posturas extremistas amenazaban con romper el frágil equilibrio conseguido.[…] Por Alfonso Pinilla García (Universidad de Extremadura, Spain. E-mail: apinilla@unex.es)

(Acceso al texto completo)

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